¡Me seguiré atormentando!

EMPEZAMOS MAL, la alarma está alterada porque sabe que no nos importa cuán recio suene. La luz, los ojos, ¡tenemos que trabajar! La hora, es tarde, corremos, salimos ¡Y EL TRÀFICO! más rebelde que mis colochos.

El desayuno; café caliente, un energizante; mi jefe, su pajefe; el día no es tan bueno para todos. Trabajos pesados, requerimientos innecesarios y un teléfono que no para de sonar.

El almuerzo; comida caliente pero casi atragantada, comida recalentada y con más sueño que hambre. Trabajos a última hora, tráfico con aún más rebeldía, ansias primorosas y el impaciente suplicio.

La cena; comida caliente, cuentos por contar y relatos por desahogar.

Y de nuevo, dos cuerpos, dos mentes conectadas que se necesitaron con fervor durante cada minuto eterno que pasó. Dos almas tan distintas que al final se refugian entre sí.

Sus manos, su respiración y un poco más son el fin de cualquier tormenta. Se acabó cada mal rato, tropiezos y las complacencias ajenas contravoluntarias que pudieron pasar en el día.

Ese es el lugar que cada día ansío llegar, los brazos que me dan seguridad y tranquilidad incomparable.

Seguiré atormentándome para que al final de cada día pueda reconfirmar incontables veces que es esa paz que deseo conservar por el resto de los tiempos…

¿Por qué no desear otra cosa?

Siempre nos dicen que nunca es tarde para empezar, vamos por la vida fingiendo salud mental estable cuando sabemos perfectamente que todos somos locos a nuestra manera.

Mi abuela siempre cuenta que cuando yo estaba pequeña, pretendía ser grande (como cualquier otro niño), yo quería valerme por mí misma y es más, cuando empecé a estudiar quería cargar sola una mochila que era el doble de mi tamaño y sin la ayuda de alguien, cruzarme calles que multiplicaban por 10 mi estatura y bajar gradas que me cubrían hasta los colochos alborotados. No hay día que ella no recuerde cuán independiente pretendía ser. Ahora soy adulto y me pregunto el por qué de no desear otra cosa. El tiempo es como un círculo decreciente, nunca entenderemos en dónde empieza ni en dónde termina. Ayer pretendía ser grande, con labial mal colocado y usando tacones en dónde entraban más que uno de mis pies; ahora comprendo que ser adulto es más que vestirse con tacones de tu talla o poder usar maquillaje.

Comprendo lo que pienso, más sigo sin entender por qué llevamos la vida corriendo. Desayunamos pensando qué comeremos en el almuerzo, festejamos nuestro cumpleaños pensando en qué haremos para el próximo, la vida se trata de sueños más no de carreras.

Montaña rusa

La vida y el amor son como nuestra primera vez en una montaña rusa. Comienza en una línea recta, ningún solo obstáculo. Comenzamos a subir lentamente, nos da mucha intriga, ansiedad, ya queremos llegar a lo alto. Llegamos y estamos en el mejor punto, mariposas en el estómago, emociones, queremos seguir subiendo pero cuando menos sentimos, caemos de lo más alto con una velocidad incalculable, recolectando en el camino miedos, lágrimas, gritos, en una curva nos empezamos a relajar un poco, volvemos a toparnos con una pequeña subida y creemos sentirnos mejor, luego volvemos a caer con aún más intensidad, queriendo que termine y sintiendo que nunca terminará. En momentos estamos abajo y por segundos subimos, luego ya no entendemos en dónde estamos, luego sentimos que ya no sentimos, ya no entendemos qué está pasando. Está llegando, casi termina y frena de una forma en la que ya, definitivamente, no sabemos cómo sentirnos. Avanza lentamente justo antes de bajarnos, bajamos con miedos, inseguridades; caminamos un poco, respiramos y cuando nos sentimos mejor, lo irónico, vamos de nuevo a hacer la fila para una y otra y otra vez más.

Cada una de esas vueltas nos enseñan. Muchos aprenden, otros lo siguen intentando con los mismos miedos, algunos prefieren no afrontarlos y no volverlo a intentar. Es nuestra decisión, aprender y seguir intentándolo una y otra vez o esperar en una banca, observando como el resto afrontan sus miedos.

¡Qué intriga!

Nunca sabemos qué actitudes tendrán los demás, nuestra meta es poder esquivar los cambios de humor, las lluvias emocionales y las tormentas de ira. Saber diferenciar entre drama y un juego de ello. Saber cuándo y cómo decir las cosas, decidir la pieza exacta del rompecabezas. Necesitamos aprender que la gente siempre cambia, la mayoría no siempre está y menos cuando los necesitamos, se va y al volver todo es distinto, en su regreso no sabemos cómo tratar, qué conversar, cómo hacerlo, o cómo tomarán las bromas . ¿Qué intriga no saber cómo o cuándo actuar verdad? Cuando alguien decide volver, en su mayoría de tiempo, actúa de impulso, sin pensar y nosotros solemos comportarnos de la misma forma pero muchas veces lo último que hacemos es darnos cuenta que el orden es: primero pensar y después hablar, no al contrario.

Lucha ganada

En algún momento te sentirás libre, tendrás valor y dirás NO, tendrás fuerza para sostener infinidad de palabras sin importancia alguna; esto no será para siempre. Te sentirás mal, pero acabará la falta de impulso al no poder negarte o interrumpir una plática, no quieres hacerlo pero es lo mejor. Todos tenemos un tiempo estipulado en algún lugar, ese acabará, tal vez ya acabó, solo abre los ojos y observa por donde vas, no mereces un camino lleno de falsas esperanzas o sonrisas a ratos. Deja ser feliz dejándote a ti serlo; el momento no es ahora o al rato, es justo en el indicado, ¿CUÁNDO? no lo sabemos, solo pasará y será una lucha ganada.

Volví…

Lo único que hace el miedo es alejarte de cosas nuevas, oportunidades. Vuelve, todos tenemos algo pendiente. No le temas al qué dirán, no le temas al fracaso porque él es tu maestro. Si te caes, levántate, una y otra vez. No observes si el resto se cae, no formules pretextos sobre ello; con sabiduría ayúdalos a levantarse contigo. Tú sabes lo difícil que es estar solo y no poder levantarte.

Gota de agua salada

Ese pedazo de nada que te agobia sin sentido alguno, querer y no poder. El razonar mejor sin miedo, aceptar lo perturbante y ver el bien con los ojos cerrados. Nada más que la paz interior. Solo en el momento que te liberes de tus ataduras serás el indicado para cada cosa que elegiste, para tomar con serenidad las decisiones. Sé que no solo eso te atormenta, no te agobies, la vida es una; vívela. Cuando es para ti llega en lo más mínimo, pero mientras tanto, nada vale esa gota de agua salada.